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La Dulcería

Comida Rápida
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Restaurante La Dulcería en Cartagena

Carrera 2 #6-53
Bocagrande - Cartagena

0,0

Posición 33 de 391 en Cartagena

Posición 833 de 4429 en Colombia

Con el calor de sus manos, Doña Olga Saker de Chaui, una libanesa  asentada en Cereté, Córdoba, preparaba dulces para sentirse más cerca de sus lejanas tierras. Como toda árabe, amante a la buena mesa y en exageradas cantidades, Doña Olga surtía una vitrina completa en la sala de su casa  para que la familia y las visitas se mantuvieran en ella con el pretexto de degustar “algo” después de la comida.


Doña Olga era una mujer erudita, hablaba cinco idiomas y había estudiado en Beirut. Un día decidió junto con su esposo venirse a Cartagena a buscar un mejor futuro para sus hijos. Viendo el perfeccionismo de su madre, hasta para calcular de manera exacta cada gramo de azúcar que le faltase alguno de los dulces, crecieron Vivian y María Cristina sus dos únicas hijas.


Tiempo después tras el fallecimiento de Doña Olga,  para estas dos mujeres  la más grande herencia que recibieron fue su pasión por la cocina y el arte de hacer dulces árabes, esos que la habían hecho tan famosa en la ciudad. Vivian y María Cristina con la ayuda de sus esposos emprenden la idea de abrir un pequeño local donde pudieran continuar con el legado familiar. Empezaron vendiendo cuatro clases de dulces: Las milhojas, el barazhe, el mamul y la polvorosa.


El primer día que abrieron junto con sus esposos y sus hijos el establecimiento, todos se unieron como una familia a limpiar mesas, organizar sillas y adecuar el lugar para recibir a los comensales que pagaban los 300 o 500 pesos que en esa época costaba un dulce. Todo el dinero iba a  parar a una cajita de plástico verde extraída de un neceser de niñas con los compartimientos suficientes para clasificar las monedas. El negocio a medida que iba creciendo iba dando sus frutos y hoy después de diez años de trabajo y esfuerzo ese local pequeñito se conoce hoy como La Dulcería.
 

Este lugar seduce por los ojos y luego por el paladar a cada uno de sus visitantes con más de 60 platos entre ensaladas, sándwiches y entradas para comer a cualquier hora del día. Los jugos naturales y los dulces aún roban toda la atención, siempre verificados por el espíritu de Doña Olga que se pasea por el local.


El gran éxito de La Dulcería es que en la medida en que ha ido creciendo  ha ampliado su gran carta siempre con nuevos platos. Vivian desarrolló el  don de Doña Olga de combinar con exactitud ingredientes e imaginar sabores que al mezclarlos tengan personalidad propia; las ensaladas con sus respectivas salsas se ha convertido en todo reto de una  verdadera cocina fusión.


Los dulces árabes en La Dulcería son para probarlos con detenimiento después de pedir como entrada una picada mexicana o una picada de champiñones con queso, y de plato fuerte una ensalada de frutos del mar con su deliciosa salsa. A la hora de elegir entre las opciones de postres es difícil la competencia.

 
Un cono de hojaldre relleno de pistacho, dulce y crocante, o polvorosas en forma de rosquita con una textura tan suave como los panderitos, que se deshacen tan rápido en la boca que se siente la azúcar pulverizada fundida en  el paladar. O el mamul de guayaba relleno  con nueces y hojaldre. Las milhojas son un antojo obligado, montadas en una camita de nueces y azúcar los pisos de arriba son tan crocantes que es imposible quitarle el lugar como de las favoritas de los clientes, además de los barazhe que son unas galletitas cubiertas de ajonjolí.


Para compartir una merienda a media tarde las empanadas de espinacas o las rellenas de carne y leche cortada se convierten en elecciones ideales. Todas las preparaciones de La Dulcería las hacen con ingredientes orgánicos y naturales que se pueden acompañar con jugos hechos a base de frutas frescas que se preparan al instante.


Los precios de todos los platos van desde 15 mil hasta 25 mil pesos. Cuentan, así mismo, con más de 30 empleados capacitados para contarles a los comensales qué están probando o sugerirles algún plato especial según la hora del día.
La unión familiar es la base de este lugar en donde el amor por el trabajo mezclado con un poco de harina, unos gramos  de azúcar, nueces y pistacho se vuelve el amasijo perfecto para recordar y disfrutar el arte de esas lejanas tierras.

 

 


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